Creo sinceramente que viajar en auto por largo
rato es un placer incomparable. Claro que me refiero al placer general del
viaje y no al poco placentero dolor de nalgas espalda y brazos que provocan
estos viajes. Sí, es harto chulo viajar con la seguridad de tener la casa en
pleno movimiento; con esa maravillosa sensación que obsequia el control total
sobre el itinerario.
El viaje resulta tan grande como el bolsillo, o
el bolsillo del amigo, en mi caso, por supuesto, soporte llevarnos. Hay
pequeños viajes que resultan intensos, pero esa descarga de adrenalina supone
la difícil evasión de los puntos de revisión del borrachometro y la caza permanente
de nuestros ímprobos oficiales. No sé que tan agradable resulte ésto para la
mayoría de los borrachos (Yo aún admiro al señor Vampiro que, además de
enseñarnos a bailar duranguense, se mueve cada Viernes de mezcal con la consigna de “no bebo porque tengo que
manejar”), pero supongo que por el grado etílico resulta, sin más, una
experiencia olvidable, deleznable o, incluso, ridículamente fácil.
Todo esto lo digo porque una película me ha
recordado una lectura que me recordó un viaje. En estos días se proyectan las
películas del 33 Foro internacional de la
Cineteca y entre ellas se encuentra un filme titulado On the Road (En el camino). Y sí, está basada en el libro de
Kerouac que muchos endiosan sin haberlo siquiera hojeado. Representante de la
generación beat, viajero incansable,
rebelde, trabajador ferrocarrilero… A mi no me gusta su escritura, lo digo
abiertamente aunque el sector underground
me miente la madre y me diga; “tu has de leer a Coelho, pinche puto.” Pero no,
no me gusta. En general, la literatura beat
me desagrada pues la siento en extremo descuidada y con fallos que a veces
rayan en lo imbécil. Claro que también considero problemas como la normalización
de las drogas y el cambio del horizonte de expectativas. Y sí, sí me pongo
tremendamente feliz con algunos versos de Howl
(Aullido). Lo que me resulta indudable es lo interesante de la vida de los
creadores pertenecientes a esta generación. Kerouac, Burroughs, Ginsberg,
Cassady… Con la vida de ellos, y más pertinentemente, con el alcohol y drogas que
habitaron sus jóvenes cuerpos, tendríamos para dos de nuestras vidas (aunque
algunos intentamos que ese margen se reduzca).
Y les digo todo esto para que vayan a las sedes de la
Cineteca a ver esta película que si bien será, seguramente criticada por los
lectores, puede convertirse en un rato agradable para esos que no abren un
libro ni para sacar la bacha que guardan en ellos. Además, digo, pueden verle
las (pocas) tetas a la chica de Crepúsculo, Kristen Stewart…
Vayan rápido que la quitan, patrañeros, no todo en la vida es porno,
alcohol y series…
Acá abajo encuentran los horarios (pondría el
video de las tetas de la Kristen, pero ya nadie iría a ver la película,
culeros.)